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ArteTerapia

Siempre me gustó hacer cosas con las manos, nada delicado ni minucioso, más bien bricolaje y brocha gorda. Me sentía hábil en esas hazañas, hasta que llegué a un taller de restauración y decoración de muebles.

Para decorar muebles hay que dibujar y la relación que yo tenía con el dibujo se remontaba hasta las «Láminas de dibujo artístico de Emilio Freixas» que mi madre nos compraba de pequeñas. No recuerdo dibujar libremente, ni jugar con las pinturas (por aquello de la limpieza), sólo recuerdo esas láminas, divididas en cuadrículas y mi papel igualmente dividido. Todo tenía que guardar la proporción y parecerse fielmente al original (lo que de adulta se convirtió en búsqueda de la Perfección).

No podía ser de otra manera, cada vez que cogía lápiz o pincel, mi mano se tensaba y en mi mente aparecía un mensaje: «no sé, yo no sé dibujar!». Como podéis imaginar, la decoración de muebles no me duró mucho.

Entonces llegué al taller de cerámica de Alicia del Olmo. El barro… era otra dimensión para mí. Al tocar el barro, sentí que ahí no había corrección que hacer, no dejaba que nadie tocara mi trabajo (esto se ha convertido en una anécdota en su taller! jajaja), era lo que tenía que ser. Y éste mensaje, empezó a calar en mí.

Y en ésa época comenzó mi AutoObservación, un comienzo de AutoConsciencia que me parecía súper valioso, pues había relajado bastante mi perfeccionismo y me permitía disfrutar de la experiencia. No sabía muy bien cómo se había producido, pero quería poder explicarlo y mostrarlo a otras personas. Así empecé a indagar y observar otros caminos.

En 2008, el nacimiento de mi hija me regaló otra forma de mirar, esa forma que se enfoca fuera y pone a la otredad en el centro. Así podía mirar con consciencia hacia dentro y hacia fuera.

Entré en contacto con otras formas de educar donde la creatividad está exenta de juicio y ahí, encontré el camino de la expresión, de la libre expresión.

Por aquel entonces, empecé a hacer talleres de Expresión con barro para niñas y niños y para mujeres. Eran espacios con un ambiente preparado y libres de juicio. La experiencia me confirmó, que el barro nos pone en contacto con nuestro mundo emocional y nos permite expresar de «otra manera» aquello que no podemos nombrar.

Fueron cuatro años observando procesos y conviviendo con los mundos emocionales de grandes y pequeñas/os. Una preciosa experiencia llena de humanidad.

Ya conocía aquel camino que buscaba al principio, más no sabía qué hacer con aquello que no era mío. Eran emociones que afloraban y se ponían a la vista, se mostraban de otra manera y se las podía mirar desde otro lugar. ¿Qué herramientas puedo utilizar para qué todo esto que queda a la vista, ayude?

En la ArteTerapia buscaba herramientas. Y aquello que comenzó con la intuición de un camino, se desarrolla ahora con la consciencia de que hay valiosos e infinitos caminos y herramientas, tantas y tantos como personas.